Cuenta el relato que una noche en Rosario, Provincia de
Santa Fe, frente al cementerio “El Salvador”, un chofer de colectivo de la
línea 114 iba conduciendo el vehículo medio dormido, luego de una jornada de intensa
labor. De pronto, una chica se le atravesó en la calle, cruzando de manera
imprudente. El hombre intentó clavar los frenos, pero fue inútil: la muchacha
fue arrollada. Asustado por lo sucedido y presa de la desesperación, el
conductor decidió huir. Luego de varios minutos de escape a toda velocidad y
sin detenerse en las paradas establecidas, vio por el gran espejo retrovisor
que la víctima estaba sentada en el ultimo asiento del colectivo, mirándolo
fijamente y llorando.
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